jueves, 11 de diciembre de 2014

Argumento de Lie To Me



Quién se Atreve a mentirle a Tim Roth



   De los actores se presupone que son capaces de enfrentarse a los más imposibles retos. O que deberían poder construir distintas personas. Pero esto es una falacia. Un actor puede, tranquilamente, pasarse su carrera interpretando y reinterpretándose, hasta llegar a un punto en el que se convierte directamente en su personaje. Tim Roth es uno de estos. De mueca retorcida y mirada tan inquietante como la de Thom Yorke, su físico le condujo a escoger unos papeles normalmente siempre en la misma línea, acordes con sus posibilidades fisonómicas. Decir de él que es peculiar sería un eufemismo: repugnante sería más fiel a la realidad.

Pero esta circunstancia no es necesariamente negativa. El ladrón que acosaba a Drew Barrymore en el musical de Woody Allen de Todos Dicen I Love You robaba cada plano. El problema está cuando esa dirección acaba llevando a la caricatura y a la decadencia: tener que participar en Virgin Territory con Mischa Barton o bien fue un duro ejercicio para pagar la hipoteca o un olvidable patinazo, después de participar en el remake de Funny Games dirigido por Michael Hanneke. Por el currículum más bien constante de Roth, en Lie to Me se podía esperar otro protagonista antipático o por lo menos repelente, que es lo que se lleva por culpa de House, Horatio o el novel Patrick Jane. Justamente, todo indicaba que con este último tendría que rivalizar por el mismo concepto de serie: tanto la nueva serie de la Fox como El Mentalista juegan con los dotes de observación para hallar asesinos o, en el caso de Roth, todo tipo de mentiras.

Pese a sus semejanzas, no hay color entre una y otra. Mientras que la primera está protagonizada por un atractivo y enojoso sabiondo que utiliza unos métodos inverosímiles, el segundo es feúcho pero curiosamente encomiable. Porque Roth puede ser desagradable de ver por una parte; no obstante también tiene un don en la reinterpretación de él mismo, en este caso si tener un carácter reprobable. Y lo que se agradece, mucho más allá de el factor Roth, es la voluntad de presentar un nuevo modelo de investigación de los casos: las mentiras y como las facciones nos delatan.

Sin entrar en el debate de si es real (no voy a poner en duda cuánto vea en la televisión, siempre y cuando resulte coherente), el tratamiento de los embustes es estimulante. Hay explicación en cada movimiento e implica al espectador para que juzgue por el mismo cada pequeño gesto. Él debe participar, como debería ser indispensable en los productos de este género. Y, para acercar este modelo, van más allá de la ficción para comparar estas delatantes expresiones con personalidades de la realidad, a modo de flashes. De momento, Richard Nixon, George W. Bush, Mike Thyson, Marion Jones o Michelle Obama ya han servido de ejemplos, algunos mejor parados que otros.

Solamente por esta propiedad, que es un valor añadido bien ejecutado, ya es una procedimental a tener en cuenta, mas la ligereza en su tono juega en su contra. La ambición, además de la eficiencia, nunca está de más y aquí se hecha en falta un poco de fiereza y de juego del gato y el ratón en los interrogatorios. Aunque por lo menos tiene fundamentos, que El Mentalista cumple ni con esta norma básica.



                             

Fuente: http://criticoenserie.blogspot.com

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