jueves, 11 de diciembre de 2014

Revenge

Los Trucos de Revenge 


Las series siempre tardan un poquito en saber qué les funciona y qué no, y para averiguarlo hay que arriesgar. La primera temporada de 
Revenge, por ejemplo, tuvo una primera mitad que dirigía a los espectadores a presenciar un crimen y después tocó observar las consecuencias. Entiendo las intenciones de Mike Kelley: aceptando que había tenido lugar un clímax difícilmente igualable, bajó la tensión y aprovechó unos episodios para conocer mejor a Victoria, reubicar a una Amanda con los objetivos más difusos y seguir a un Daniel perdido entre tanta zorra calculadora.

La operación, sin embargo, no fue especialmente prolífica y parte del experimento fue decepcionante, aunque respetó su decisión. Si bien tuvimos nuestras raciones de entretenimiento y miradas de hielo, se perdió fuelle con el innecesario acercamiento entre Amanda y Jack (!), esa fantasía erótica de tres al cuarto entre la señora Greyson y el pintor (!!), y encima hubo un episodio muy absurdo, el de los flashbacks dentro de flashbacks (!!!).

Por suerte, con el arranque de la segunda temporada, Kelley está demostrando que aprendió unas cuantas lecciones y que tiene un dominio estoico sobre su propia obra. Ya en su primera entrega entendió muy bien qué era Revenge y qué clase de mala necesitaba, pues pocas series convierten a sus personajes en mitos con tan poco tiempo como él hizo con Victoria Greyson. Pero lo divertido es ver cómo sabe tocarnos los botones y darnos placer con determinados recursos en casi todos los capítulos:

El acelerador: El autor decidió revolucionar el género del culebrón, con giros tan locos (y magistrales) como los clásicos del género pero con un ritmo mucho más endiablado, y está siendo fiel a su propósito. La aparición de Madeleine Stowe en el minuto treinta de la presentación de temporada nos reafirmó que él no pierde el tiempo con las tramas que nos interesan y tiemblo sólo de pensar en la llegada de Jennifer Jason Leigh, que hemos visto por separado pero aún no sabemos en qué desembocará cuando comparta planos con Stowe y Emily VanCamp.

El efecto Bristow: En los últimos episodios del anterior volumen, los guionistas ya abrazaron la idea de que Amanda Clarke también era una chica de acción con casi tantos recursos como Sidney Bristow, la heroína de Alias. Es una idea tan pasada de rosca que funciona y ahora encima nos deleitan con más escenas. De momento, hemos visto más entrenamientos en Japón, ha dejado inconsciente a un ex suyo, han estado a punto de pelarla y la hemos visto teniendo conversaciones de sociedad con Victoria por teléfono mientras intentaba hacer desaparecer un cadáver.

El párpadoRevenge no existe sin Madeleine y sus miradas de Medusa, que harían orinarse a cualquiera. Me gusta que sean conscientes de ello y la trufen de one-liners (“Hit me. This is your one and only shot, so do it like a man... if it’s even possible”) y frases con doble sentido que puede acompañar con un parpadeo de los suyos (es talento, no un efecto secundario de su paso por el quirófano). Bueno, y cuando la juntan con Amanda ya es un festín de ingenio.

El compañero de piso: Y, por fin, Kelley nos ha regalado un pequeño alivio semanal. Puede que Amanda sea imposible de leer en casi todas sus facetas sociales (aún dudo de qué siente por Daniel, si le tiene algo de aprecio a Charlotte y resulta directamente despreciable cuando interactúa con esa pobre chica llamada Emily Thorne, de la que se aprovecha de todas sus debilidades), pero hay algo que nos conceden: su amistad con Nolan, la única cosa de la que podemos estar seguros y que le da algo de humanidad al personaje.

Y, así, da gusto ver Revenge.

Fuente: http://criticoenserie.blogspot.com 

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